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Ssshhhh...

susurros

1, 2, 3...

1, 2, 3...

Sólo sé esperar peras de un olmo mientras cuento hasta tres,
suspirar mientras tengo aire en los pulmones
y llorar mientras no te doy la espalda.

caricias que se perdieron...

caricias que se perdieron...

Sorprende a mis oídos que hables de las caricias que me debes, como si eso fuera cuestión de deudas. Estoy por corregirte y decirte que es mejor que te refieras a ellas como las caricias que no me diste, y así deshacer de una vez por todas el lazo que pretendes sujetar a mi presente. 

Aquellos gestos fueron arrastrados por el viento, o quizá fueron mis propios suspiros por tu ausencia que los llevaron demasiado lejos. No importa ya, porque hace demasiado tiempo, no recuerdo si mucho o poco, que me olvidé de añorarlos.  

Y ahora te acercas a mí como los fantasmas del pasado sin darte cuenta de que hay cosas que desaparecen arrastradas por la lluvia, y ha estado lloviendo desde que te fuiste.

al más romántico de los piratas...

Me despertaron tus palabras enredándose suavemente en mi pelo. Inexorablemente, me estiré felina sobre la cama para ver si con suerte encontraba una parte de ti a mi lado. Hallé, risas que me hicieron cosquillas, tu infinita compañía y dos regazos, el tuyo y el mío, sobre los que descansar.  

Ahora que si estiro la mano puedo tocarte, que los mimos de los que hablamos nos rozan la piel y nos dejan tendidos en los portales, sonrío a la buena suerte de haber encontrado al más romántico de los piratas.

49%

49%

Cuarenta y nueve de cada cien veces me siento invadida por las ganas si pienso en ti. El corazón pasa a latir sobre la yema de los dedos y en la boca amanece tu sabor a cereza temprana. Justo en ese momento, cuando siento que engullo la razón que pone orden a mis pasos, siento que el deseo se convierte en la necesidad de enredarme contigo. 

Pero cincuenta y una de cada cien veces empujan fuerzas de marea deformando latidos, y en la habitación a oscuras sólo cabe arritmia mientras mirando al cielo, me doy cuenta de que sólo intento mirar estrellas muertas. No puedo evitarlo y no sé si podrás entenderlo, entonces sólo queda abrir la puerta para que te vayas. 

Forty-nine percent, one percent short of half,
and less than half ain’t really much of nothing // Röyksopp

1, 2, 3, ..., 103

1, 2, 3, ..., 103

Cuento ovejas todas las noches: 1, 2, 3, ..., 103 y vuelvo a comenzar. Cuento suspiros, latidos y añoranzas; amaneceres, corazones rotos y miradas que no se encontraron.

Cuento cada una de tus sonrisas, embelesada por el recuerdo me despisto y tengo que empezar a contar de nuevo.

Me desvelas y así no hay manera de quedarse dormida.

a la deriva...

Como si pretendiera desligarme de un yo anterior o al menos de una etapa pasada, busco dejar atrás una parte del peso que carga mi espalda. Estoy hablando de romper los espejos de distorsión que pusieron en mis ojos y tirar los sacos de miedo que ataron a mi alma. Estoy hablando de caminar en la dirección contraria. 

He virado en el camino consciente de lo que dejo atrás sabiendo que, aunque no reniego de lo que fue y guardo los recuerdos en una dulce caja de madera, es hora de encontrarme conmigo misma. 

Y me busco a tientas en la oscuridad, avanzando en ocasiones entre trompicones, ávida por encontrarme y mirar a los ojos a la persona que soy, que no es la misma que creí ser durante mucho tiempo. Me agito salvajemente provocando vendavales que desestabilizan los amarres que siempre estuvieron y me abandono a la deriva pensando que quizá el mar tenga respuesta a mis preguntas.  

Pero hay días en los que siento que me ahogo y me oprime la duda mientras me planteo si sé nadar lo suficiente. Esos días, el sol no brilla mientras el agua me inunda los pensamientos, los ojos y el corazón. Y me hago pequeña, hasta casi desaparecer y el mismo viento me rompe con cada uno de sus suspiros. Entonces regaño a la parte de mí que decidió estar un poco más viva y ser ella misma.

subexposiciones...

subexposiciones... Desde un rincón te miro, desde mi retina asustada.
Embelesada, busco un encuadre para toda esta historia.
Me acerco cuidadosamente, enfoco, disparo.
A conciencia no he medido la luz,

no me siento insegura contigo a oscuras.

portazo al pasado...

portazo al pasado...

Hoy tropecé con tus cartas de amor, aquellas que quisiste que fueran eternas. Volví a leerlas, a recorrer sus surcos con las yemas de mis dedos recordándote. Cometí el error de preguntarme qué hubiera pasado si, y por un instante me tembló el corazón. Hasta que fui consciente del error al despertarme de la ensoñación y di un portazo al pasado.




LO QUE IBA A SER Y LO QUE HA SIDO…

Hoy iba a levantarme temprano, desayunar e ir al gimnasio un ratito. Ir a la playa después, comer con los amigos, tumbarnos al sol y a la sombra, hablar de la vida tomando algo fresquito y disfrutar tranquilamente del día. Llegar a casa al anochecer, cenar y leer un poco. 

Hoy me he levantado aún más temprano porque han llamado a I. para que fuera a hacer una suplencia de socorrista a la piscina y me ha despertado el teléfono. He desayunado y cuando salía para ir al gimnasio me he dado cuenta de que me ha dejado encerrada en casa. Así que adiós a todos los planes. He estado todo el día encerrada en la torre del castillo, muriéndome de calor y claustrofobia. Él, atormentado pobre, me ha estado llamando todo el día para ver si seguía viva pero pese a todo, no ha podido llegar a casa antes de las 18:30h. Vamos, que he pasado el día haciendo de Maruja porque para colmo no tenía ni Internet hasta hace una hora...

Creo que es evidente que me bajo a la calle, aunque sea a dar la vuelta a la manzana…

decepción...

decepción...

Aparece inesperada, truncando ideas y sentimientos.

Ha volcado el corazón trayendo a la boca cierto regusto a sangre oxidada y amarga.

En mí algo se ha agrietado, aunque el sol salga mañana y la luna juegue a dibujar mi sombra sobre ilusiones pasadas.

dejamos de ser...

dejamos de ser...

la sustituta (i)...

De puro pequeña ya no ocupaba espacio. Su piel se había transformado en un blanco transparente que amenazaba con hacerla desaparecer y en su rostro, dos cristales empañados por ojos estaban a punto de romperse en mil pedazos. Respiraba delicadamente, como si tuviera miedo de hinchar sus pulmones y asfixiar del todo a su corazón afectado últimamente de arritmia.

Aunando esfuerzos, recogió la habitación y regó las plantas del jardín. Se recogió el pelo desordenadamente sobre la nuca y vistió el camisón morado. Sigilosa, arrastró su melancolía hasta el estanque que una vez dibujaron sus ojos. Y en el borde, sentada, se sintió diluir y convertirse en agua. Con la cabeza entre sus rodillas flexionadas observó cómo aquel entorno de paraíso se estaba resquebrajando.

El chirriar de la puerta del fondo del jardín delató que alguien se acercaba. Era la sustituta:

- ¿Qué haces, mi niña? -preguntó imaginando la respuesta.
- Te dije que no vinieras.
- Sabes que no puedes ir estando las cosas como están. Eres un blanco perfecto con el corazón en la piel y el alma en la boca. No quiero masacres. Él ya no es él, decidió irse. Échate a dormir, iré yo en tu lugar.

suficiente...

suficiente...

Aparezco por aquí brevemente, como el que no quiere la cosa, sin que esto cambie mi sólo a medias escogida ausencia. No hay ni tiempo, ni ganas ni humor para divagar. Me muerdo la lengua porque no me gustan las palabras furiosas que pinta mi voz y me cuesta callarlas. Ya son demasiadas personas las que se creen el centro del universo, estoy cansada -y sé que es un lujo que hoy no me corresponde-, demasiados esfuerzos absurdos. Olvidaría los susurros y directamente gritaría, pero busco en mi cabeza algo que me empuje a huir de esta desazón. Voy a coger mi corazón y guardarlo en una cajita, ya está bien de arañazos.

sssshhh...

atrapada...

Atrapada por tu cuerpo y tu sabor a fruta prohibida, me enredo entre tus movimientos decididos, perdiéndome en tus hipnóticas palabras, caricias sinuosas a mi oído.

Atada al calor de tus manos, al placer asociado con tu respiración cercana, siento como tu ausencia me ahoga inexorablemente en la distancia creciente.

Y hoy no puedo evitarlo, un sutil hilo rojo me estrangula y en estas noches, no me deja respirar... Y me pregunto en qué momento me convertí en adicta a la espiral de tu ombligo y al sabor de tus entrañas.

en las nubes...

en las nubes...

distorsiones...

distorsiones...

Juego a deformar realidades, a mirar a través de una pecera oblicua.
Empeñada en quererme por debajo del umbral y no dejar que me quieras.
Decido ahogar mi corazón, a ver si así lo callo.
Pero él, estúpido, no se da cuenta y sigue latiendo.

... y siempre estamos igual
... y pasan los años y sigo atada a esa cama

... y lo reconozco, desvarío sin tus caricias y tus peces en mi bolsillo

amaneció y no estabas...

amaneció y no estabas...

Las trajo el viento a mi terraza una tarde de calor y emociones amortiguadas. Estaba el sol decidido a esconderse descendiendo perezoso, cuando la misma brisa que me arremolinó el pelo arrastró hasta mí sus palabras de poeta. Levanté la vista para identificar la procedencia del murmullo pero no vi a nadie en los alrededores. Me levanté de la vieja silla donde estaba sentada y bordeé atenta el espacio escrutando cada rincón con la esperanza de encontrarle. Escuché el sonido de sus palabras al voltear en el aire, vi sus colores invadiendo el espacio y quise gritar al espíritu de los sueños que se quedara conmigo, que se sentara a mi lado y me regalara su compañía hasta que saliera el sol.

… y se quedó y me acompañó en las noches
… y en los días

...y me invadió de caricias, colores e ilusiones

...pero ayer no vino y mi cama amaneció vacía
...y hoy siento frío y tiemblo
...entre miedos

misterio i...

misterio i...

¿qué esconden en su interior las espirales?

enamorada de ilusiones...

Un año más el circo llegaba a la aldea. El viejo elefante, las dos cabras raquíticas y el león castrado, volvían a ser la atracción de grandes y menudos. La carpa roja desgastada se alzaba digna en el descampado cerca de la estación de tren abandonada.

Aynur se acercó curiosa a las casetas nómadas de los trabajadores del circo y reparó en un pequeño tenderete. Se preguntó si el chico de piel morena que lo ocupaba formaría parte del espectáculo o si por el contrario, sería un nuevo comerciante en la aldea.

- ¿Qué me ofreces muchacho? -inquirió con desparpajo.

- Sueños -respondió con una sonrisa mientras le escrutaba la mirada- Me llamo Horus, soy prestidigitador de palabras.

- Aynur -y se dejó caer sobre la vieja silla ante el tablón que ejercía de mostrador.

Así empezó la primera conversación de las mil que vendrían después.

Cada atardecer al acabar el último espectáculo circense y después de que desapareciera el gentío, Aynur se desplazaba hasta el tenderete y se sentaba a la vera del muchacho para escuchar sus malabares. Eran palabras en forma de sueños y esperanza que desperezaban ilusiones. Casi inevitablemente, ella pasó a ver el mundo a través de los ojos de él seducida por las pinceladas sonoras que dibujaban las imágenes con las que siempre había soñado. Se le aceleraba el corazón cuando llegaba la hora de verle y sus días empezaron a girar alrededor de esos momentos compartidos. Recibía la noche sintiendo la vida que quería vivir llenándole el alma, con el sabor de los sueños hechos realidad.

Una tarde entre horrores descubrió que el muchacho ya no estaba, alzó la vista asustada y vio que la carpa había desaparecido. Se le ahogó el corazón, se le embutieron las palabras y le temblaron las piernas. Con la vista nublada y la respiración quieta, subió como pudo las quince escaleras que la llevaban a su piso. Cerró la puerta tras ella y allí mismo, dejó resbalar su cuerpo hacia el suelo sintiendo que todo se había roto en su interior.

Hasta la mañana siguiente no se movió, y cuando por fin se alzó, comprobó que no podía caminar sin arrastrar el alma y los pies. Sintió que le habían roto el corazón y se preguntó quién y cómo, porque no era los ojos almendra de Horus lo que añoraba cada anochecer.

libros y rosas...

libros y rosas...

Amanece Barcelona entre libros y rosas, rebosando olor a primavera en cada uno de los rincones. Gitanas, floristas, estudiantes de fin de curso, madrugan para invadir las calles de rojo con espinas deseando vender a cientos flores que representen afecto encapsulado. A su lado, los libreros se regocijan al pensar que hoy venderán más ejemplares que durante el resto del año. Es día de negocio entre amor y cultura.

Cajas registradoras con números astronómicos devuelven a mi cabeza recuerdos con sabor a nostalgia. Se pasean entre mis ideas las rosas que me regalaron tiempo atrás y hoy no llegarán, aquellos te quiero que se perdieron y no encontraron el camino de vuelta a casa.

Recordando el sentimiento de amar inevitablemente me tiembla el corazón. Porque hubo un tiempo en el que sentí el dulce amor recorriendo mi piel, esa invasión de ternura, afecto y deseo. Hubo un tiempo en el que mi corazón creció tanto que necesitó invadir otro cuerpo…

Pero ha llovido desde entonces y aunque veo que mi felicidad no depende de tener o no pareja, y que la soltería se ha amoldado a mí como un guante, en días como hoy me apetecería estar profundamente enamorada y gritar tequieros a mansalva, hasta que se me agote la voz.

Hoy mi corazón late con fuerza sin mirar en ninguna dirección en concreto, enamorada quizá del amor, de la primavera y los rayos de sol. Hoy los tequieros guardarán silencio. A pesar de eso, recojo en forma de afecto los dos piropos de esta mañana camino de la biblioteca, el cariño que recibo de la gente que me rodea (también de vosotros), el amor hacia mí misma que ha crecido más este año que en el resto de los años de mi vida –cosa que era fácil. Y no diré que me conformo con eso, porque no es poco. Soy inmensamente feliz con esas dosis de amor diario. 


… queriendo un poco ya a cada uno de vosotros de forma inevitable por formar parte de mis días, feliç sant jordi.

mientras dormías...

mientras dormías...

Decidiste marchar mientras dormías y así, de madrugada, fuiste parando inexorablemente cada uno de tus relojes.

Por una vez no hizo ruido tu caminar y te convertiste en un ser liviano. Bajó tu alma las escaleras que llevan al recibidor. Imagino que antes de salir recogerías la esencia de ciertos objetos siempre ligados a ti: una fotografía, un trozo de pan seco, algún botón…

Subiste la cuesta y observaste por última vez los inmóviles pájaros negros, los Mayos y la torre de la iglesia de Agüero. Sólo te cruzaste con dos gatos esquivos y el murmullo de las aguas del Gállego en tu regreso a Ayerbe. Invadida por los recuerdos, recorriste las dos plazas para adentrarte en la calle Nueva y llegar a casa.

Emocionada por el reencuentro, subiste los peldaños deformes y conocidos de la vieja escalera. La llave, como siempre, colgando en la puerta. Él fue a recibirte al oírte entrar. No hubieron palabras porque no tenían espacio, fue suficiente miraros a los ojos mientras resonaba el latido de dos corazones que se habían apagado.

Esta vez, no queda el resquemor de los te quiero que no se dijeron, porque los dijimos todos…
…no te imaginas cuánto te recuerdo.