Eran las cuatro de la tarde cuando una mujer y una niña de unos cinco años desafiaban a Lorenzo correteando por la rambla. Verlas jugar y reír con semejante sol no dejó de sorprenderme.
M. todavía no había llegado así que me senté en un banco escondida del sol a llenar la espera, distrayéndome con el paso de las palomas, la geometría del suelo y los colores quemados que ha traído el verano.
Los ojos oscuros de esa mujer se cruzaron con los míos lo que no cambió mi intención de seguir con la exhaustiva exploración del terreno. Tan absorta en mis divagaciones estaba, que no me di cuenta de que ella se había sentado a mi lado.
- ¿Te han echado alguna vez las cartas?- dijo devolviéndome a la realidad del momento.
- No, la verdad es que no me interesan esos temas – contesté con una sonrisa intentando volver a mi estado de abstracción y temiendo que no fuera posible.
- Me lo dicen las líneas de tu rostro. Te han llegado muchas cosas y tal como han llegado se han ido.
Pude decirle algo entonces pero la miré sorprendida, temiendo que empezara con un sermón que no me apetecía escuchar.
- Eres una persona fuerte – prosiguió. - Y espontánea. Muchas cosas te son concedidas pero hay gente cercana que no se alegra por ello. Mucha gente te envidia.
- Intento rodearme de buena gente – dije seca en un intento de cortar aquello, rogando que M. bajara ya para marcharnos.
- No te he dicho que sean malos, te he dicho que te envidian. Tienen que llegar más cosas, toma distancia de los que no quieren tu éxito. Están en tu entorno más cercano. Te rodea la fortuna, ojo con las traiciones. Alguien te ha traicionado ya, ¿verdad? Estate atenta. Discúlpame, no te sientas mal, no abordo a la gente en la calle pero tenía que decírtelo. Esa persona en tu cabeza… Discúlpame, veo tus murallas. Llegarán cosas, no dejes que se vayan. Él… No cierres las puertas, no escuches a los que te envidian. Acoge lo que te es concedido.
En ese momento vi la sonrisa de M. al otro lado de la rambla y la devolví aliviada.
- Me tengo que ir, me están esperando.
- Vivo aquí enfrente, un día quizá hablemos – dijo dedicándome una última sonrisa.
Crucé corriendo hasta M. y mientras caminábamos me apresuré a contarle lo que había visto aquella mujer en las líneas de mi rostro.
- Najwa – me dijo – pero si tú no tienes arrugas – y se echó a reír.
La cuestión es que no sé qué pasa, últimamente estoy leyendo que a más de uno os han pasado cosas extrañas… Quizá debiéramos empezar a preocuparnos ¿Hablamos con Mulder y Scally?